Águila Roja

sábado, junio 30, 2007

La historia de la reventa en 'Las Ventas'

Cierto conocido y su amigo tenían tres entradas para ir a ver a Maná en directo en Las Ventas. Hasta ahí bien.
El problema era que no querían disfrutar del grupo, más que nada, porque "no había ganas". Así que una vez planteado el problema, quedaban las posibles soluciones:
  1. Comerse las entradas.
  2. Regalarlas con la consecuente cara de estúpidos con la que se quedarían.
  3. Ir al concierto para chillar con cientos e incluso miles de niñas histéricas en medio de la plaza de toros más importante del mundo.
  4. Revenderlas.
¿Cuál fue la opción que escogieron? En un primer momento fue la de estar allí para ganar experiencia en eso de vivir los conciertos. Para eso, necesitaban una chica que les metiese el espíritu en el cuerpo. Empezaron por la M., que al fin y al cabo, fue la que les inculcó el sabor manático (permítaseme el neologismo).

Más tarde, debido a causas inherentes a la historia en cuestión, se cedió la tercera entrada a V. que, por causas del destino y también del estómago, no podría saltar y brincar.
Como última posibilidad, escogieron a L. Accedió, pero con diatribas monologuistas. Todo dependía del cuarto punto.

24h antes del concierto

Visto que las posibilidades de éxito eran escasas, A.R. y P.C., se pusieron a trabajar.

A.R. preguntó en el trabajo, también entre sus amigos. P.C. hizo más de lo mismo. Hubo ciertas ofertas, aunque nada jugosas. Aún así, se había intentado...

12h antes...

El sueño era un gran contrincante, pero la preocupación de qué hacer con las entradas era un fuerte músculo alimentado por proteínas de desesperación.

3 horas...

Los amigos fueron hasta la plaza de Las Ventas. Durante el trayecto en el metro de Madrid, ese que vuela, se notaba que había tensión por la incertidumbre de lo que les esperaba. Incluso alguna mirada de complicidad atravesó el vagón número tres entre aquel público joven o incluso infantil que tenía como lema ese 29 de junio de 2007 la canción Labios compartidos.

El concierto empezaba a las 22.30 h así que la pareja infeliz tenía unas dos horas a partir de entonces.

La estrategia era clara: si las entradas costaron 40 €, había que conseguir ese precio y, de paso, el mayor interés imposible. Digamos...¿30 euros de más?

Efectivamente la teoría era más fácil que la práctica. ¿Cómo preguntar?¿por dónde ir?
En esa situación les llamó la atención dos circunstancias:
  • Ya se habían acabado las entradas y varias colas enormes parecidas al cuerpo de una boa en pleno ataque rodeaban la plaza miurada.
  • Había demasiada policía junta vigilando la zona. Ni se imaginaban cuántos estarían de incógnito. Habría que andar con cuidado.
Fueron de menos a más. Había que estudiar el terreno: mejor las niñas que los niños, uno miraba y otro preguntaba, nunca a malotes, más productivo a gente con pinta de dinero y, por supuesto, siempre lo más lejos posible de la pasma para preguntar.

La pregunta

Lo que es el idioma... ¿Quieres una entrada? Gracias a Dios, con eso bastaba. Sin embargo, también había problemas. Muchas veces se encontraron con otros reventas que se ilusionaban al creer que les preguntaban ¿Tienes entradas? en lugar de quieres. Bienaventurados aquellos que lo entienden a la primera...

¿Cómo las vendieron?

Vendieron las tres entradas por separado:

Víctima 1

El primero en caer fue un hombre de unos 50 años. Vestido con un polo azul, vaqueros gastados, con gafas y gran engullador de pipas.

Hubo mucha suerte. Durante media hora desde que los amigos emprendieron su búsqueda no habían tenido ningún éxito. Decidieron descansar y esperar a que hubiese más gente, pero en ese instante el hombre se les acercó interesándose por conocer dónde se compraban entradas. La respuesta era fácil..."Nosotros tenemos".

Tras un regateo bastante flojo, se fijó el precio en 70 €.
Por precavidos, se fueron a una zona alejada de la plaza y allí realizaron la transacción.

Llevaban una. Quedaban dos.

Víctima 2

Les tocó un perro viejo: 'Juanma'. Él se identificaba como un rockero que iba al concierto de Maná por despecho, ya que estaba acompañando a dos amigos.
Rondaban los 40. Quizás algunos menos, pero el alcohol en sangre que llevaban les delataba.

El tal Juanma sabía mover los precios. Empezaron con 80 €, pero él no soltaba más de 50 €. Así que, como se suele decir, "ni pa ti ni pa mí". Después de una ardua pero agradable conversación, se quedó en 65 €.

Víctima 3

Después de estos dos, ya empezó el concierto. A.R. y P.C. perdieron toda esperanza de conseguir revender la entrada que les quedaba.

Desde la puerta principal de entrada, pudieron ver y escuchar cómo empezaba el concierto. Gritos, lloros, luces y música. Maná interpretaba...Labios compartidos, Dime Luna... Todas las del disco de Amar es combatir.

Justo cuando habían decidido irse, desde la lejanía vieron cómo la seguridad del concierto pegaba una paliza a un sudamericano y en ese instante la policía fue a controlar lo que ocurría.
¡Cuál fue su sorpresa cuando vieron que había más de diez policías de paisano por la plaza!
Visto lo visto, lo mejor fue ¡salir por piernas! Pero mira por dónde, había una última víctima. Un sudamericano con su novia... Vieron que un reventa les estaba ofreciendo un dos por uno. Pero les pareció caro, así que cual perros sarnosos, fueron detras del anterior 'colega' y les ofrecieron su última entrada por 30 € y de esta forma ultimaron sus negocios.

CONCLUSIONES

En total, ganaron 165 €. Amortizaron los 120 € y se ganaron un pellizco de 45 €.

No se dio nada mal la noche.


Etiquetas: ,