Águila Roja

lunes, febrero 18, 2008

¡Impedí un robo!

Había quedado con María para ir a ver a Elisa, una amiga que hacía muchísimo tiempo que no la veíamos.

El destino quiso que fuese en metro en lugar de en coche, que es el transporte que utilizo normalmente.

Así que, a eso de las 21.30 h partí de mi casa hacia el metro de Prosperidad (Línea 4). Cuando entré en el suburbano madrileño y me sumergí con las primeras escaleras mecánicas, escuché de fondo unos gritos que formaban un gran escándalo que se acrecentaban con el eco del lugar.

"Allí está el follón, pero parece que simplemente están haciendo el tonto. Voy a pasar de meterme en cosas que no me llaman", pensé. Sin embargo, la cosa pintaba mal cuando me acerqué. Dos sudamericanos de unos 16 años estaban robando a otro chico. No me enteré hasta que éste me dijo: "ayúdame por favor, que me están robando".

En ese momento me dio un vuelco el corazón. Paré en seco y les miré fijamente. Acto seguido, me di cuenta de que uno de ellos se metía la mano y simulaba tener una navaja en el bolsillo para dar miedo. La constancia de saber que no tenían ningún arma (aunque no lo sabía a ciencia cierta) me dio pie a acercarme más y decirles "¡pero dejad al chico en paz, hombre!".

Por supuesto, no me hicieron ni caso. Mientras seguían con el chico, me percaté de que justo encima de ellos tenían una cámara de seguridad, así que les dije "¿no os dais cuenta de que os están grabando todo el rato?". Y en ese instante, decidieron dejar al chico, no sin antes exhortarle "que sepas que nos hemos quedado con tu cara".

El peligro cambia

Cuando vi que dejaron al chico, bajé otras escaleras mecánicas, pero me di cuenta de que estos personajes estaban detrás de mí andando como si no pasase nada. Por supuesto, pensé que iban por mí.

Cuando bajé el último peldaño de las escaleras, me encontré casi de frente con un guarda de seguridad. Al verle, lo primero que dije fue: "oye, unos han robado a una persona ahí arriba" y acto seguido aparecieron. El guarda sacó su porra y les gritó: "¡poneos a un lado y calladitos!". Me llamó la atención que parecía que esa situación ya la había vivido muchas veces porque se lo tomó como quien alguien queda para tomar un café y charlar.

Sin duda, una aventura más, pero te hace recapacitar sobre los peligros que te puedes encontrar en la vida. Al menos, hice una buena acción. Pero, ¿cuántas veces tendré que hacer buenas acciones como esta?

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1 Comentarios:

Blogger Zola said...

HA VUELTO EL ESCRITOR!
muy bien, sí señor!
el paintball fue la polla, sí señor. Hay que repetir.

Por cierto, qué casualidad macho! porque Sonia y yo tb evitamos un robo a unos guiris el jueves! íbamos en coche y ellos andando y con los ladrones por detrás. Le sacaron un móvil a la señora del bolso. Bajé la ventanilla del coche y les advertí pero no me entendían. Los ladrones, en vez de salir corriendo, después de que yo lo dijera varias veces, van y le devuelven el móvil a la señora! Tiene narices, tanto jaleo para acabar devolviéndoselo.
Por cierto, el móvil era bastante malo...
;)

17:48  

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