Águila Roja

sábado, febrero 23, 2008

'Chéjov en el jardín'

La vida a veces sorprende hasta a uno mismo a la hora de hacer elecciones. En un principio este viernes iba a ir al cine. Sin embargo, algo se me pasó por la cabeza para cambiar de idea y escoger el teatro, en concreto Chéjov en el jardín (PDF), obra que se representa hasta el 16 de marzo en la Sala Pequeña del Teatro Español.


Cuando entramos Juan y yo, que me acompañaba a ver la obra, la sensación que nos dio fue de una atmósfera un tanto pobre. Con cuatro líneas delimitadas ya se formaba el escenario. Sin embargo, más tarde nos dimos cuenta de que era la escenografía perfecta que acompañaría a toda la acción de los personajes.

Quiero encontrarte, Chéjov

El argumento es sencillo, aunque difícil de seguir por su complejidad metafórica. Seis personajes relacionados con la vida de Chéjov se encuentran en un lugar que más tarde descubren que es el jardín del escritor ruso. Deciden esperar y esperar hasta que llegue Chéjov para poder conversar con él, pero...


En realidad, según me explicó Juan, que ya leyó la obra y la pudo comentar con su profesor de escenografía,Tomás Muñoz (que, por cierto, fue quien la hizo en la propia representación), en realidad lo que simboliza la obra son las distintas personalidades que pueden surgir de uno mismo. Cada personaje representado es un tipo de característica propia de la forma de ser de una persona. Lo interesante es ver cómo se unen y entran en conflicto los distintos papeles.

Gran dirección y mejor interpretación

Sin duda, la dirección de Luis d´Ors es digna de ser mencionada y alavada. A través de un estudio pormenorizado de los personajes, D´Ors nos lleva a un mundo creíble, agradable, atrayente y único. Esto se une a que los actores estuvieron brillantes. Cada uno a su modo creaban la atmósfera perfecta para "recoger con el sombrero" una obra de arte.


Ana Santos-Olmo interpreta a María Chéjova (su hermana), Paloma Mozo a Olga Knipper (su esposa), Juan Ceacero a Stanislavski (actor y director del Teatro del Arte de Moscú), Sandra Muro a Lidia Mizínova (enamorada del escritor), Néstor Roldán a Gorki (su discípulo), Isabel Sánchez a Vera Komisarzhévskaia (su actriz favorita) y Quique Fernández al protagonista absoluto.



Por supuesto, no hay que olvidarse del sonido, el vestuario y la iluminación perfectamente adaptada. Con unos pocos Fresnel de luz directa y de relleno se crea la magia en el escenario. Además, ayuda el buen gusto a la hora de escoger la banda sonora que lleva al espectador a un mundo imaginario y único para reflexionar sobre su propia vida con la Serenata de Toselli:


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lunes, febrero 18, 2008

El Paintball, ese gran deporte

Este sábado tuve la suerte y el privilegio de disfrutar de trece personas a las que invitamos a celebrar nuestro cumpleaños (el de Juan y el mío).

Pero también disfrutamos, y mucho, de una nueva experiencia: el Paintball.

El equipo verde estaba compuesto por mí (Otto), Zola, Sonia, Réyul, Estefanía, Mery y Asenet. El equipo rojo estaba formado por Juan, Mingote, Víctor, Pablo, Lucía, Marifé y Nata.

En paintballexcape.com tuvimos la oportunidad de un sábado estupendo en el que probamos este nuevo deporte. Consiste en eliminar al equipo contrario a base de disparos con bolas de pintura.

A primera vista parece que te vas a hacer daño y que no te lo vas a pasar bien. Por supuesto, antes de ir nosotros, preguntamos a varias personas que ya lo habían probado. Muchos nos decían que dolía demasiado y otros que no dolía nada. Así que lo probamos para conocer la verdad del tema.

Nos fuimos a un lugar pasado el túnel de Guadarrama, muy cercano a Segovia. Allí nos pusimos directamente el mono, nos enseñaron qué es lo que debíamos y no debíamos hacer con las pistolas de pintura, y ya está. Con pocas indicaciones ya estábamos preparados para jugar con distintas estrategias.

Los juegos

Había tres clases de juegos. En el primero el equipo verde tenía que defender una posición detrás de un muro y el rojo atacarlo desde distintos flancos. Sirve para empezar a hacerte con el arma y la situación que estás viviendo. A continuación, los equipos se cambiaron. Los rojos se defendían y los verdes atacábamos.

El segundo juego (y para mí el mejor) consistía en defender un poblado y luego atacarlo. Atacar es mucho más difícil que defender, por lo menos en este juego. Pero, a la vez, puede ser mucho más divertido porque te mueves más.

Aunque podría estar mucho más trabajado el poblado, tiene lo justo para imaginarte que de verdad estás defendiendo algo, sobre todo si te subes a una torre que hay en el centro del poblado.

Por último, un tercer juego consiste en llevar la bandera de tu equipo al extremo del equipo contrario. Éste es el más difícil y donde hay más posibilidad de que te lleves bolazos. Aquí los rojos ganaron gracias a Pablo que corrió como un cabroncete, pero los verdes estuvimos muy cerca...

El premio final: una estupenda y calurosa barbacoa

La partida nos costó 21 euros más las recargas de 6 euros/100 bolas. Además, por 15 euros más teníamos una barbacoa que, por lo menos a mí, me sentó genial después del palizón de todo el día. Sin duda, es una de las cosas más divertidas que he hecho en mi vida y, por supuesto, repetiré cuanto antes.

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¡Impedí un robo!

Había quedado con María para ir a ver a Elisa, una amiga que hacía muchísimo tiempo que no la veíamos.

El destino quiso que fuese en metro en lugar de en coche, que es el transporte que utilizo normalmente.

Así que, a eso de las 21.30 h partí de mi casa hacia el metro de Prosperidad (Línea 4). Cuando entré en el suburbano madrileño y me sumergí con las primeras escaleras mecánicas, escuché de fondo unos gritos que formaban un gran escándalo que se acrecentaban con el eco del lugar.

"Allí está el follón, pero parece que simplemente están haciendo el tonto. Voy a pasar de meterme en cosas que no me llaman", pensé. Sin embargo, la cosa pintaba mal cuando me acerqué. Dos sudamericanos de unos 16 años estaban robando a otro chico. No me enteré hasta que éste me dijo: "ayúdame por favor, que me están robando".

En ese momento me dio un vuelco el corazón. Paré en seco y les miré fijamente. Acto seguido, me di cuenta de que uno de ellos se metía la mano y simulaba tener una navaja en el bolsillo para dar miedo. La constancia de saber que no tenían ningún arma (aunque no lo sabía a ciencia cierta) me dio pie a acercarme más y decirles "¡pero dejad al chico en paz, hombre!".

Por supuesto, no me hicieron ni caso. Mientras seguían con el chico, me percaté de que justo encima de ellos tenían una cámara de seguridad, así que les dije "¿no os dais cuenta de que os están grabando todo el rato?". Y en ese instante, decidieron dejar al chico, no sin antes exhortarle "que sepas que nos hemos quedado con tu cara".

El peligro cambia

Cuando vi que dejaron al chico, bajé otras escaleras mecánicas, pero me di cuenta de que estos personajes estaban detrás de mí andando como si no pasase nada. Por supuesto, pensé que iban por mí.

Cuando bajé el último peldaño de las escaleras, me encontré casi de frente con un guarda de seguridad. Al verle, lo primero que dije fue: "oye, unos han robado a una persona ahí arriba" y acto seguido aparecieron. El guarda sacó su porra y les gritó: "¡poneos a un lado y calladitos!". Me llamó la atención que parecía que esa situación ya la había vivido muchas veces porque se lo tomó como quien alguien queda para tomar un café y charlar.

Sin duda, una aventura más, pero te hace recapacitar sobre los peligros que te puedes encontrar en la vida. Al menos, hice una buena acción. Pero, ¿cuántas veces tendré que hacer buenas acciones como esta?

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